domingo, 22 de abril de 2012

José María Castillo "¿Quién es el mercado?"

¿QUIÉNES SON LOS MERCADOS?

José M. Castillo


Como es bien sabido, con motivo de la crisis que estamos padeciendo, es frecuente oír hablar de los mercados. Se nos dice, por todas partes y a todas horas, que los mercados tienen la culpa de lo mal que se ha puesto la vida. Porque la codicia de los mercados es la causa de que haya tanto paro, tantas familias con el agua al cuello, tanta gente que no puede pagar las dichosas hipotecas, tanto miedo a que un buen día te encuentres con que el banco no te da el dinero que tienes allí depositado, etc., etc.

Además, la codicia de los mercados es la que ha hecho fracasar a Zapatero. Y la que ha llevado a Rajoy a imponernos la reforma laboral que está dejando sin resuello a miles y miles de trabajadores, al tiempo que los banqueros se frotan las manos, inflándose de millones, a costa del miedo y la miseria del pueblo, el sufrido pueblo, sobre cuyas espaldas se amasan las grandes fortunas, que crecen en la misma medida en que disminuye el modesto jornal de los que, con su
trabajo, mantienen a este país. Realmente, ¡no hay derecho! Porque la pura verdad es que todo esto es así.

De ahí, la gran pregunta: ¿y quién demonio son los mercados? Es decir, los mercados ¿son las bolsas? ¿son los bancos? ¿son los banqueros? ¿son los políticos? ¿son los ricos más ricos del mundo, que nos manipulan a todos los demás?

A ver si nos vamos aclarando. Los mercados son un elemento esencialmente constitutivo e indispensable del sistema económico mundial. En los llamados “mercados”, el papel determinante lo tiene el capital financiero, que es el dinero que no se gasta en el comercio tradicional de toda la vida (los bienes de uso y consumo, que se compran y se venden por medio de empresas y tiendas), sino que se ahorra y el propietario lo deposita en un mercado financiero
(planes de pensiones, la bolsa y sus gestores, ya sean bancarios o de otra naturaleza, bonos del Estado...) con el fin de obtener una renta de ese capital. Y advierto que este capital financiero tiene una particularidad: se trata de un capital al que no interesa directamente la “productividad” (de bienes de uso y consumo), sino que lo que le interesa es la “ganancia”. Por
eso, porque lo que interesa es la ganancia, ésa es la razón por la que la gente invierte sumas asombrosas de dinero en el capital financiero. En este momento, nadie sabe hasta dónde llega la inmensa montaña de dinero que manejan los mercados.

Ahora bien, lo más grave, en todo este asunto, es que estos mercados - que nos marean por su incontrolable volumen - están “des-regularizados”. Quiero decir, así como el comercio de bienes de uso y consumo está controlado, paga adunas y aranceles, etc., y de la misma manera que el movimiento de personas está también regulado y vigilado por las leyes y por la policía, el movimiento de capitales financieros se mueve por el mundo entero sin control alguno. De manera que un individuo, desde su casa, moviendo el ratón de su computadora, puede trastornar y hasta hundir la estabilidad económica y las ganancias de millones de personas. Así están las cosas. Y esto es lo que está en la base de la crisis que estamos padeciendo.

Consecuencias:
1) La corrupción mayor y la más peligrosa no es la de tal o cual persona, de este político, de aquella empresa o de quien sea. La corrupción más radical y más grave es la corrupción del sistema económico en el que nos vemos metidos.
2) Quienes realmente mandan en el mundo no son los políticos, es la economía.
3) Lo más canalla que tiene el sistema económico es que funciona de forma que, cada día, enriquece más a los ricos y empobrece más a los pobres.
4) El daño colateral que produce el sistema es que a todos nos corrompe.
5) La solución de este desastre no está en que saquemos el dinero del banco o del fondo de pensiones y lo escondamos en una caja fuerte. Aumentar el dinero negro, lo único que consigue es agravar la situación.
6) Lo que a todos nos urge es presionar, cada cual como pueda y siempre desde la más transparente honradez, a quienes gestionan el poder económico y político, para que se regulen y controlen los mercados, aumente la productividad y, en todo caso, lo que se produce no beneficie tanto a unos pocos a costa de la ruina de los demás.

jueves, 29 de marzo de 2012

LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES...

SIDA DESMONTANDO EL PASTEL



Subido por 1ALISH el 24/03/2012


¿Es el sida una enfermedad o un montaje a desmantelar?
Hace años que considero que el SIDA no es agua clara y que esconde altos niveles de corrupción. Conocer y entrevistar a Lluís Botinas, que lleva más de 20 años investigando y buceando en las entrañas de este monstruo, me ha proporcionado la posibilidad de denunciar públicamente este hecho. Y también ha sido una suerte contar con las declaraciones de Clark Baker, ex policía de Los Ángeles, que ha creado una Asociación en EEUU para defender a las víctimas de la corrupción médica y científica, especialmente en el tema VIH/SIDA.

Para algunos será la confirmación a cosas que ya intuíais, y para los que no hayáis escuchado antes hablar de este enfoque, será una sorpresa difícil de asimilar. En todo caso, otorgad el beneficio de la duda a esta información. Merece la pena por la gravedad del asunto, y porque son vidas humanas lo que está en juego.

Lluís Botinas (Plural 21)
plural-21.org/

Clar Baker (Office of Medical and Scientific Justice)
omsj.org/
Declaración de Clark Baker para el reportaje
vimeo.com/39092947

Documentales que os recomiendo:

LA CIENCIA DEL PÁNICO (de Isabel Otaduy y Patrizia Monzani)
lacienciadelpanico.tk/

HOUSE OF NUMBERS (Castillo de naipes)
houseofnumbers.com/

Alish
TimeForTruth.es

Reflexión muy iluminadora de la periodista Angela Caso

Angelo Caso -periodista y escritora- Gijón/España 1959


LO QUE QUIERO AHORA…
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él
algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, orque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en
tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas
sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en
las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada.
Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas
cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna
tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase.
Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.